domingo, 20 de septiembre de 2015

A ti, Elisa, esposa, amiga, cómplice y compañera.



A mi mujer.
Mujer que mi pecho habitas,
Mujer que mi pecho dueles,
Mujer que mi pecho ensombras,
Mujer que mi pecho siente.
Mujer que en tu seno estuve,
Mujer que nací contigo.
Mujer que te di la vida,
Mujer de mi juventud alada.
Mujer de mis sueños blancos.
Mujer de un querer eterno.
Madre, hermana, hija, amiga.
Y mujer, mi cómplice mujer.
Mi compañera, mi más profundo yo.




Garantía de lo eterno.
Tú que eres poema en mi despertar,
tú que eres verso y rincón de paz;
tú que eres llanto y poesía y lamento
y sonrisa y mirada y camino y llegada.
Tú, garantía de lo eterno,
principio y final sin comienzo ni término.
Tú que dudas y que temes.
¿Cómo has de dudar?
Apóyame en tus labios y no dudes más.
Duérmeme en tu regazo hasta el final.
Víveme.
Y víveme en ti y en mí y en los dos
si es que dos se nos puede llamar.




Preso de tu amor.
Si soy preso de tu amor
encadéname a tu mirada,
que tu palabra sea mi grillete,
que tu sonrisa, mi condena,
que tu compaña, mi libertad,
que tu mañana, mi mañana.
Sí, soy preso de tu amor,
devuélveme mi cárcel,
mis barrotes y mi calma.




¿A qué huele el silencio?
¿A qué huele el silencio?
Preguntaste aquella vez.
El silencio huele a tu ausencia
y a tu lado me quedé.




Tu risa.
Tus ojos son el sendero
que marcan mi camino;
tus ojos, los espejos
que reflejan mi destino.
Tus labios son paradigma
de lo nuevo o cotidiano;
tus labios, el argumento
de mi amanecer temprano.
Tus manos son la armonía
que aplaca mi locura;
tus manos, el ejemplo
que resume tu hermosura.
Tu piel es el terreno
que con mis besos engalano;
tu piel, bandera y patria
de la que soy soberano.
Tus pies desnudos, fuente
de caricias a escondidas;
tus pies que hacen frente
a mi pasión encendida.
Tu pecho es la almohada
donde duerme mi añoranza;
tu pecho es la alborada
que despierta mi esperanza.
Tu nombre es el destino
de mi verso más sincero;
tu nombre que, más que tuyo,
es mi nombre verdadero.
… Y aún no hablé de tu risa…

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