domingo, 20 de septiembre de 2015

A Huelva.


A los ríos Tinto y Odiel.
Baja uno sereno, cual noche clara;
baja el otro agreste y dislocado.
Ambos buscando, los dos anhelando
por unir sus riberas enamoradas.
Uno baña en su cauce pinares verdes;
arrugas en la tierra el otro surca.
Ambos viajan ligeros, sueñan con verse,
con compartir en paz su aventura.
Dos ríos que se unen, dos corazones.
La mar los apadrina, ahora es su cómplice.
Para la vida, para el amor.
Para el amor.
Odiel y Tinto.
Luxia y Urium.
Ríos que fueron dos.
Y ahora sólo uno son. 




Huelva en la distancia.
Allende de la noche ha nacido un nuevo día.
El sol alumbra los pinares sobre mi cabeza.
En un paseo infinito los recubre, los besa
y, poco a poco, al atardecer se aleja.
Ya espera el campo el retorno del astro
como la playa a su ola repetida.
Ya espera la silueta plateada al anochecer.
La luna está aguardando para reflejarse en la ría
y ver a Huelva en la distancia
y quererla y protegerla entre las esquilas
de los barcos marineros hasta que el amanecer,
paréntesis perpetuo, se derrame entre sus orillas.




Los atardeceres rojos.
Aquellos atardeceres rojos
que acompañaban tu presencia
y aquellas largas tardes de agosto
de paseo por las orillas de la vida en ti
me condujeron a este sendero
de cómplice amor, de infinita quietud,
abrazado por siempre a tu luz.
Agosto para el recuerdo
que ahora es de los dos.
Agosto marcó el camino
y el camino ahora eres tú.



Huelva esquinada.
Huelva en la distancia
y en el mapa esquinada.
Huelva la de la luz sonora
la de la historia maltratada.
Paraíso de la vista,
contraluz de las miradas.
Huelva de mis mayores
y por la gente olvidada.
Huelva la que descubre,
la de la fama pasada,
la de dos ríos que se unen
en la muerte enamorada.



 Tres barcos.

Tres barcos ya navegan
por un incierto mar.
Van buscando otras tierras
donde el sol se va a posar.
Tres barcos navegando
con el rumbo del azar.
Y arriban a otras orillas
de algún lejano lugar.




Marineros.
Ya se ven las luces, madre,
asoma el barco al amanecer.
Marineros a la proa de la orilla
mientras se alegra la quilla
por ver el puerto aparecer.
Ya viene el pescador, madre,
con rostro curtido a sol y sangre,
con alma de sal de los mares,
a la lonja su carga vender.
Pescadores marineros,
sufrientes del duro oleaje,
de una marcha acongojada
por un incierto volver.
Pescadores marineros,
de un trabajo por reconocer.



 Riotinto.

Tierra roja de cobre y sangre,
de vida derramada, de llanto y de sudor.
Aire negro para almas blancas.
Rincón secreto de piedra dorada.
Bocados en la tierra, laderas de vida despojada.
Sirenas que anuncian heridas,
heridas de muerte empapadas.
Gente que sufre y trabaja,
gente que lucha, gente maltratada,
gente que sueña del alba a la madrugada.
Tierra roja de cobre y sangre,
tierra querida y engañada.



Amante del marinero.
Huelva, fiel amante del marinero
desde tu ría a tus calles,
desde tu puerto al Conquero.
Huelva infinita, Huelva callada.
Huelva, sendero de tus luceros.



 Mi historia es un camino.

Mi historia es un camino
entre la mina y la mar.
En la mar buscando el cobre
y en la mina el navegar.


 

Tres barcos.
Tres barcos ya navegan
por un incierto mar.
Van buscando otras tierras
donde el sol se va a posar.
Tres barcos navegando
con el rumbo del azar.
Y arriban a otras orillas
de algún lejano lugar.





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