miércoles, 23 de diciembre de 2015

Entre dos ríos.

Con la música de Rafael Prado, la fotografía de José Manuel Fernández López "Pipo" y mi poema "A los ríos Tinto y Odiel", el riotinteño C.J. Pascual hace una composición estupenda.
Pincha en el enlace para ir a ella:

martes, 22 de diciembre de 2015

viernes, 18 de diciembre de 2015

Poemas por la paz.



La cerradura equivocada.

Bajo la puerta se deja ver la luz,
pero la puerta está cerrada.
Tras la ventana se oyen las voces,
pero la ventana es muda.
A este lado, el vacío;
al otro, la solución.
La puerta y la ventana nos ignoran.
La luz y las voces nos ocultan.
La cerradura equivocada
y las bisagras desalmadas
nos condenan.
A este lado, paliando el hambre,
paliando el llanto,
paliando el desencanto.
Al otro lado, marcha el canto bajo palio.
Lo portan los impasibles.




Mi más defectuoso saludo.
A usted, señor de las armas.
Y a usted, que sin tocarlas las afianza.
A usted, que al amparo de una ley torcida
tuerce tantas vidas.
También a usted, el impasible.
Y al que por no ver ni mira ni siente.
Y al que camina sobre difuntos
(muchos aún vivientes)
y no se estremece.
A todos ustedes
que por no merecer ni mi odio merecen.
A ustedes, a quienes mi asco reanudo
reciban mi más defectuoso saludo.




Artesano de la paz.
Si nos dejaran las bombas, madre,
yo sería artesano de la paz.
Si nos dejaran las bombas
construiría palabras que combatieran el desaliento,
el humo oscuro con olor a sangre;
jugaría en la misma calle donde ahora yaces
y sonreiría a ese cielo hoy cubierto de dolor.
Abrázame, madre, despiértame de este sueño atroz.
Y despierta tú, madre,
aparta los cascotes, la sangre negra que te rebosa
y abrázame,
que ya no nos queda nadie, madre,
que a mí me pueda llorar.
Me duele mi cuerpo dañado, madre,
mi alma arrebatada por el siniestro tino
de aquel desconocido avión.
Me duele el tuyo desmembrado,
arrancado, ultrajado, profanado.
Si nos hubieran dejado las bombas, madre,
yo hubiera sido
artesano de la paz.


 
Miradas.

Son muchas las miradas que brotan del auxilio,
pero siempre son las mismas.
Llevan siglos derramando dolor,
llorando hambre, arañando días a la pena
sin encontrar el debido consuelo
ni la salida a su condena.
Son menos las miradas contemplativas,
pero opulentas;
ausentes al dolor ajeno,
impasibles,
malditas.
Son miradas que se cruzan, pero no se mezclan.
Las humildes y abofeteadas pisan el barro;
Las altivas, las aceras.
¡Pobres miradas desdeñosas, altaneras y más malditas!
¡Y pobres miradas aciagas, desdichadas
y atormentadas!




 
A Miguel Hernández, poeta de la paz.

Ha vencido la muerte al poeta.
En soledad, de madrugada,
con la compaña de un recuerdo,
de un anhelo, de un deseo.
Ha vencido la muerte a la vida enamorada.
Pena honda a la puerta, tras de las rejas,
de una mujer de luto hasta en las venas.
Pena honda que espera
a la dentadura recién brotada.
Negra España, triste huella,
por descuidarlo en primavera.
Ha muerto Miguel
y con él la palabra entera.
Ya madurará el limonero,
ya germinará el trigo en campo ajeno;
ya hasta la cebolla se hará eterna,
y los amigos y compañeros
mientras su palabra y su memoria
en gentes de bien hagan mella.
No ha vencido la muerte al poeta,
ni a su lucha, que aún destella.
Que ha vencido el soldado de la palabra,
de la emoción perpetua.
Que ha vencido la vida
y el poeta.



 
Ha llegado la hora de luchar.

Ha llegado la hora de luchar.
Cada cual que empuñe su arma más poderosa.
Campesino, tú, la amapola;
marinero, tú, la brava ola;
cada minero, su carretilla de sueños,
cada maestro, su quehacer temprano.
Cantor, abandera nuestro canto.
Y tú, poeta, palabra en ristre,
desenfunda tu verso hermano.
Ha llegado la hora de luchar,
de construir el verdadero ejército
que pelee contra la ignominia,
contra la injusticia, contra todas las guerras
cualquiera que sea su propósito,
cualquiera que sea su avalista
y cualquiera que sea su aval.
Ha llegado la hora de luchar.
Construyamos el ejército más poderoso,
más desarmado y menos desalmado,
más valiente, más preciso, más humano.
Despierta y únete.
Levanta tu voz, enarbolemos juntos
la bandera de la paz.
Que ha llegado la hora de luchar.

 


sábado, 28 de noviembre de 2015

Presentación de la novela en Riotinto. 27 de noviembre de 2015.

Y el libro conoció su pueblo, su casa, a sus gentes. En el Ayuntamiento, la casa grande y de todos de Riotinto. Tarde inolvidable, emotiva, plena.
Arropado en la mesa por mis queridos Pepa Palomo y Juan Miguel Parreño. Con la cálida acogida de Alberto Aceituno, Concejal de Cultura; con el acompañamiento de mi familia, de mis amigos de toda la vida (mi pandilla), de un buen número de buenos amigos, de vecinos, de buena gente como lo es la de mi pueblo y de toda la Cuenca Minera.
No puedo por más que rendirme ante tanto apoyo y cariño y rebuscar torpemente palabras para expresarles lo que me hicieron sentir, más no las encuentro. Gente sencilla, honesta, íntegra y culta, sabrán perdonar mi torpeza y me entenderán. No encontré palabras, pero el corazón bombea con fuerza cuando revivo aquel momento.
 Nos presenta Alberto, Concejal de Cultura.


 Mi querida Pepa me emociona con sus palabras.


Habla mi amigo, mi HERMANO. Mi querido Juan Miguel.

 Alberto, en nombre del Ayuntamiento, me hace entrega de un recuerdo. Gracias, amigo, un placer haberte conocido.

 No se puede estar más orgulloso. ¿Quién supera esto?
El público. Mi familia, mis amigos, mis paisanos. GRACIAS, PUEBLO MÍO.
Con una parte de mi pandilla que asistió al acto. Mi gente.
 


Mi infancia está marcada

por el sonido del barreno,

por el paisaje infinito

de aquel pueblo minero.

Mi infancia está esperando

que retorne a aquel terreno,

tan presente en mi memoria,

del que nunca seré ajeno.