domingo, 20 de septiembre de 2015

A mis hijos.



A mis hijos.
Si los hijos se escogieran por elección
rebuscaría hasta el último rincón
de la historia de la humanidad.
Y juro que daría con vosotros.
Los hijos se escogen por vocación
y ahí y aquí estáis los dos.
Hijos de la carne y del alma,
del sentimiento y del amor.
Hijos de cada día y de cada noche,
de cada sueño perdido,
de cada sueño encontrado.
Hijos que sois el sueño
rehabilitado.
Por elección escogí a vuestra madre;
ella me eligió a mí
y juntos os soñamos.



 A mi hijo Javier.

Guardo infinito recuerdo de tu niñez,
de aquellas horas robadas a la noche
por contemplar tu cara adormecida
contra mi pecho, contra mi piel.
Guardo infinito recuerdo de aquellos años
donde el padre se tornaba gigante
y el hijo, el pensamiento alegre.
Disfruto contigo de cada día,
de cada momento, de cada lugar compartido.
Algún día cuidarás de mis arrugas
como lo hice yo de tus encías desnudas.
Y, cuando parta, conmigo llevaré
un infinito recuerdo de este querer.




A mi hija Beatriz.
El llavero de mi corazón
nació un día de mayo.
¡Cuánta alegría, cuánto fulgor!
¡Cuánta emoción!
Creció como lo hacen los girasoles,
mirando siempre en derredor,
buscando respuestas a tantas dudas
que compartía con mi ilusión.
Mañana será el campo donde mi flor
marchite con el tiempo y repose
y descanse y se compense mi alma
siempre llena de su amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario