jueves, 15 de octubre de 2015

Poemas del ayer.



Gritar al viento.


Quiero gritar y no puedo
al viento que no te olvido
y al olvido que aún te quiero.
 


Celos del viento.

Ya no tengo mi nombre,
ahora mi nombre eres tú;
pero tú te has ido y contigo mi nombre.
Sólo me acompaña tu ausencia
y con ella converso y con ella recuerdo.
Como una calle sin aceras,
como un puente sin su río,
como una luna sin su noche,
como la vida, pero sin la vida.
Camino entre la gente y no te encuentro,
busco tu voz en el silencio,
¿Dónde está tu voz?
¿Dónde tu mirada?
¿Dónde tu olor algodonado?
¿Dónde? ¡Que no lo encuentro!
Mi mente ahoga a mi verso
como a mi corazón mi lamento.
Mientras, ya no aliso tu pelo,
por eso tengo celos del viento.




Emerges.

Emerges de mi pecho en plena noche.
Quiero materializarte, pero no puedo.
Mis ojos y mis manos y mi mente y mi silencio
en guerra con el tiempo, el espacio y con el ego.
¿He de buscarte sólo en mi pecho?
¿Sólo he de encontrarte en mis adentros?

Emerges de mi pecho en la mañana,
emerges de mi pecho en cada tarde,
emerges de mi pecho a cada instante.
Y a mi pecho vuelves sin encontrarte.


Tú y yo.

Yo soy la luna
y tú eres el cielo.
Yo soy la luz
y tú el fuego.
Yo el ruido
y tú el silencio.
Yo la nostalgia
y tú el recuerdo.


 Allí. 

Allí donde la luna se refleja

en la blanca espuma de la mar;
allí por donde vuela la gaviota,
allí te amaría en libertad.

Allí donde el monte se hace inmenso
y otea desde su inmensidad;
allí donde el silencio se hace eco,
allí te amaría en libertad.

Allí donde la flor no tiene dueño
y la alondra vuela en soledad;
allí donde el camino se hace eterno,
allí te amaría en libertad.

Y allí donde las cosas no son nada,
allí donde amar es más que amar;
allí donde mi cuerpo es tu cuerpo,
allí te amaría en libertad.




A Miguel Hernández.

Ha vencido la muerte al poeta.
En soledad, de madrugada,
con la compaña de un recuerdo,
de un anhelo, de un deseo.
Ha vencido la muerte a la vida enamorada.
Pena honda a la puerta, tras de las rejas,
una mujer de luto hasta en las venas.
Pena honda que espera
a la dentadura recién brotada.
Negra España, triste huella,
por descuidarlo en primavera.
Ha muerto Miguel
y con él la palabra entera.
Ya madurará el limonero,
ya germinará el trigo en el campo ajeno;
ya hasta la cebolla se hará eterna,
y los amigos y compañeros
mientras su palabra y su memoria
en gentes de bien haga mella.
No ha vencido la muerte al poeta
Ni a su lucha, que aún destella.
Que ha vencido el soldado de la palabra,
de la emoción perpetua.
Que ha vencido la vida
y el poeta.






Mi pluma y tú.
Esta pluma con la que escribo lleva tu nombre;
este papel donde lo hago, tu mirada.
Te convertiste en el arcoíris de mi silencio.
¿Qué culpa tengo yo de amarte así?
Más bien la culpa es tuya
por dejarte amar, por compartirlo.
Tú que eres pluma, papel y destino,
tú que manejas mis adentros,
eres quien escribe mi camino.