Gritar al viento.
Quiero gritar
y no puedo
al viento que
no te olvido
y al olvido
que aún te quiero.
Celos del viento.
Ya no tengo
mi nombre,
ahora mi
nombre eres tú;
pero tú te
has ido y contigo mi nombre.
Sólo me
acompaña tu ausencia
y con ella
converso y con ella recuerdo.
Como una
calle sin aceras,
como un
puente sin su río,
como una luna
sin su noche,
como la vida,
pero sin la vida.
Camino entre
la gente y no te encuentro,
busco tu voz
en el silencio,
¿Dónde está
tu voz?
¿Dónde tu
mirada?
¿Dónde tu
olor algodonado?
¿Dónde? ¡Que
no lo encuentro!
Mi mente
ahoga a mi verso
como a mi
corazón mi lamento.
Mientras, ya
no aliso tu pelo,
por eso tengo
celos del viento.
Emerges.
Emerges de mi
pecho en plena noche.
Quiero
materializarte, pero no puedo.
Mis ojos y
mis manos y mi mente y mi silencio
en guerra con
el tiempo, el espacio y con el ego.
¿He de
buscarte sólo en mi pecho?
¿Sólo he de encontrarte
en mis adentros?
Emerges de mi
pecho en la mañana,
emerges de mi
pecho en cada tarde,
emerges de mi
pecho a cada instante.
Y a mi pecho
vuelves sin encontrarte.
Tú y yo.
Yo soy la
luna
y tú eres el
cielo.
Yo soy la luz
y tú el
fuego.
Yo el ruido
y tú el
silencio.
Yo la
nostalgia
y tú el
recuerdo.
Allí.
Allí donde la
luna se refleja
en la blanca
espuma de la mar;
allí por
donde vuela la gaviota,
allí te
amaría en libertad.
Allí donde el
monte se hace inmenso
y otea desde
su inmensidad;
allí donde el
silencio se hace eco,
allí te
amaría en libertad.
Allí donde la
flor no tiene dueño
y la alondra
vuela en soledad;
allí donde el
camino se hace eterno,
allí te
amaría en libertad.
Y allí donde
las cosas no son nada,
allí donde
amar es más que amar;
allí donde mi
cuerpo es tu cuerpo,
allí te
amaría en libertad.
A Miguel Hernández.
Ha vencido la
muerte al poeta.
En soledad,
de madrugada,
con la
compaña de un recuerdo,
de un anhelo,
de un deseo.
Ha vencido la
muerte a la vida enamorada.
Pena honda a
la puerta, tras de las rejas,
una mujer
de luto hasta en las venas.
Pena honda
que espera
a la
dentadura recién brotada.
Negra España,
triste huella,
por
descuidarlo en primavera.
Ha muerto
Miguel
y con él la
palabra entera.
Ya madurará
el limonero,
ya germinará
el trigo en el campo ajeno;
ya hasta la
cebolla se hará eterna,
y los amigos
y compañeros
mientras su palabra
y su memoria
en gentes de
bien haga mella.
No ha vencido
la muerte al poeta
Ni a su
lucha, que aún destella.
Que ha
vencido el soldado de la palabra,
de la emoción
perpetua.
Que ha
vencido la vida
y el poeta.
y el poeta.
Mi pluma y tú.
Esta pluma con la que escribo lleva tu nombre;
este papel donde lo hago, tu mirada.
Te convertiste en el arcoíris de mi silencio.
¿Qué culpa tengo yo de amarte así?
Más bien la culpa es tuya
por dejarte amar, por compartirlo.
Tú que eres pluma, papel y destino,
tú que manejas mis adentros,
eres quien escribe mi camino.
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