jueves, 31 de diciembre de 2015
miércoles, 23 de diciembre de 2015
Entre dos ríos.
Con la música de Rafael Prado, la fotografía de José Manuel Fernández López "Pipo" y mi poema "A los ríos Tinto y Odiel", el riotinteño C.J. Pascual hace una composición estupenda.
Pincha en el enlace para ir a ella:
martes, 22 de diciembre de 2015
Puntos de venta de "Cuando sangra el cobre".
Librerías Huelva: Saltés, Beta y Siglo XXI.
Librería Fama en Riotinto.
Librería Dossier servicios en Zalamea la Real.
Web editorial Niebla: https://nieblaeditorial.com/tienda/cuando-sangra-el-cobre/
En Amazon: http://www.amazon.es/Cuando-sangra-cobre-Alfonso-Dom%C3%ADnguez/dp/8494416111
Y en tu librería habitual si ésta la pide a la editorial: https://nieblaeditorial.com/
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viernes, 18 de diciembre de 2015
Poemas por la paz.
La cerradura equivocada.
Bajo la puerta se deja ver la luz,
pero la puerta está cerrada.
Tras la ventana se oyen las voces,
pero la ventana es muda.
A este lado, el vacío;
al otro, la solución.
La puerta y la ventana nos ignoran.
La luz y las voces nos ocultan.
La cerradura equivocada
y las bisagras desalmadas
nos condenan.
A este lado, paliando el hambre,
paliando el llanto,
paliando el desencanto.
Al otro lado, marcha el canto bajo palio.
Lo portan los impasibles.
Mi más defectuoso saludo.
A usted, señor de las armas.
Y a usted, que sin tocarlas las afianza.
A usted, que al amparo de una ley torcida
tuerce tantas vidas.
También a usted, el impasible.
Y al que por no ver ni mira ni siente.
Y al que camina sobre difuntos
(muchos aún vivientes)
y no se estremece.
A todos ustedes
que por no merecer ni mi odio merecen.
A ustedes, a quienes mi asco reanudo
reciban mi más defectuoso saludo.
Artesano de la paz.
Si nos dejaran las bombas, madre,
yo sería artesano de la paz.
Si nos dejaran las bombas
construiría palabras que combatieran el desaliento,
el humo oscuro con olor a sangre;
jugaría en la misma calle donde ahora yaces
y sonreiría a ese cielo hoy cubierto de dolor.
Abrázame, madre, despiértame de este sueño atroz.
Y despierta tú, madre,
aparta los cascotes, la sangre negra que te rebosa
y abrázame,
que ya no nos queda nadie, madre,
que a mí me pueda llorar.
Me duele mi cuerpo dañado, madre,
mi alma arrebatada por el siniestro tino
de aquel desconocido avión.
Me duele el tuyo desmembrado,
arrancado, ultrajado, profanado.
Si nos hubieran dejado las bombas, madre,
yo hubiera sido
artesano de la paz.
Ha llegado la hora de luchar.
Miradas.
Son
muchas las miradas que brotan del auxilio,
pero
siempre son las mismas.
Llevan
siglos derramando dolor,
llorando
hambre, arañando días a la pena
sin
encontrar el debido consuelo
ni
la salida a su condena.
Son
menos las miradas contemplativas,
pero
opulentas;
ausentes
al dolor ajeno,
impasibles,
malditas.
Son
miradas que se cruzan, pero no se mezclan.
Las
humildes y abofeteadas pisan el barro;
Las
altivas, las aceras.
¡Pobres
miradas desdeñosas, altaneras y más malditas!
¡Y
pobres miradas aciagas, desdichadas
y
atormentadas!
A Miguel Hernández, poeta de la paz.
Ha
vencido la muerte al poeta.
En
soledad, de madrugada,
con
la compaña de un recuerdo,
de
un anhelo, de un deseo.
Ha
vencido la muerte a la vida enamorada.
Pena
honda a la puerta, tras de las rejas,
de
una mujer de luto hasta en las venas.
Pena
honda que espera
a
la dentadura recién brotada.
Negra
España, triste huella,
por
descuidarlo en primavera.
Ha
muerto Miguel
y
con él la palabra entera.
Ya
madurará el limonero,
ya
germinará el trigo en campo ajeno;
ya
hasta la cebolla se hará eterna,
y
los amigos y compañeros
mientras
su palabra y su memoria
en
gentes de bien hagan mella.
No
ha vencido la muerte al poeta,
ni
a su lucha, que aún destella.
Que
ha vencido el soldado de la palabra,
de
la emoción perpetua.
Que
ha vencido la vida
y
el poeta.
Ha
llegado la hora de luchar.
Cada
cual que empuñe su arma más poderosa.
Campesino,
tú, la amapola;
marinero,
tú, la brava ola;
cada
minero, su carretilla de sueños,
cada
maestro, su quehacer temprano.
Cantor,
abandera nuestro canto.
Y
tú, poeta, palabra en ristre,
desenfunda
tu verso hermano.
Ha
llegado la hora de luchar,
de
construir el verdadero ejército
que
pelee contra la ignominia,
contra
la injusticia, contra todas las guerras
cualquiera
que sea su propósito,
cualquiera
que sea su avalista
y
cualquiera que sea su aval.
Ha
llegado la hora de luchar.
Construyamos
el ejército más poderoso,
más
desarmado y menos desalmado,
más
valiente, más preciso, más humano.
Despierta
y únete.
Levanta
tu voz, enarbolemos juntos
la
bandera de la paz.
Que
ha llegado la hora de luchar.
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